Época: España4
Inicio: Año 1750
Fin: Año 1800

Antecedente:
La segunda mitad del siglo XVIII en España

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

A. Rossi, al plantear interrogantes sobre la estructura de un hecho urbano, admite su semejanza con la obra de arte, lo cual va unido a su análisis y a su definición. La concepción de la ciudad como obra de arte ha sido planteada explícitamente y de manera científica, entre otros, por Levi-Strauss, demostrándose que la ciudad surge entre el elemento natural y el artificial, que es objeto de naturaleza y sujeto de cultura. La ciudad como manufactura, como obra de ingeniería o arquitectura plantea en la Edad Moderna, y sobre todo a partir del análisis teórico, valores muy profundos. La reglamentación ha podido ser total o ha podido reducirse a puntuales episodios artísticos. El todo es más importante, pero no siempre se puede hablar de urbanismo en totalidad, aunque en ocasiones, algunas partes pueden acercarnos a la clasificación de un hecho urbano en su modernidad.En cada fenómeno urbano el hecho histórico es preeminente. La ciudad viene a ser una síntesis de valores desde el plano individual y colectivo. La llegada a España de la monarquía borbónica promueve un cambio importante en la vida del país, con destacables consecuencias tanto en el orden político, económico y cultural que en su día Maravall resaltó con rigor y acierto, insistiendo en el cambio de gusto a través de la entrada de nuevas ideas, planteándose la imposición de una cultura opuesta a la preexistente. Ello estará propiciado por pensadores, políticos, críticos y, en lo referente a la cultura artística específica, por la presencia en la Corte de artistas de primera magnitud procedentes de otras cortes europeas, como F. Juvara, De Cotte (que aunque no pisó suelo español envió sus ideas), Bonavia, Carlier, Sachetti, etc. que se han considerado. En esta modernización de lo artístico se destaca el cuerpo de ingenieros militares que, al hilo de Europa, inician proyectos de arsenales, ciudades industriales o poblados de colonización, reordenación del territorio, incluidos los Sitios Reales, puentes, caminos, etc. Es el caso de Stillinguert, Nangle, Rodholphe, Marchand, Brachelieu, Verboom y un grupo de españoles. En el siglo XVIII, la capital desarrollaba toda su potencia. Su significado, su permanencia, preocupa a Felipe V, por lo que basándose en el concepto del ornato, intentó enriquecerla sin dañar la trama urbana existente. Se identifica la propuesta de reforma con el modelo de capital aplicado en el ámbito europeo, París. En la primera mitad del siglo XVIII, el arquitecto municipal Pedro de Ribera será el responsable de importantes remodelaciones. Pone en marcha una operación urbana que se mantendrá a lo largo del siglo, al propiciar la extensión de la capital a través de la reordenación de sus periferias. Entonces se gana para la ciudad el Paseo del Prado Nuevo que bordea el Manzanares hasta enlazar la Puerta de San Vicente con la Puerta de El Pardo. También se constituye el Paseo de la Virgen del Puerto con sus fuentes, ermita, y alamedas, circunscribiendo el camino nuevo que une el Puente de Segovia con la Tela. Se avanza hacia la glorieta de las Pirámides, buscando caminos en radialidad desde el puente de Toledo. La ciudad se transforma rápidamente en su sector periférico sur-occidental tanto en el suelo como en los monumentos. A la par que surge el Palacio Real Nuevo de Felipe V, su arquitecto dimensiona su perspectiva con un episodio urbano de destacado relieve, el camino axial, cruzado por puentes, rotondas, plazas y hemiciclos que une la Plaza de la Armería del citado Palacio con las Vistillas de San Francisco, salvando la vaguada de la calle de Segovia.Se apunta la necesidad de modificar la estructura del casco urbano antiguo, con los alineamientos nuevos de algunas casas y corrección de algunas antiguas para reordenar la calle, corrigiendo sus quiebros. Al mismo tiempo la ciudad cambia de imagen con la presencia del monumento, al que se le acondiciona con una mejor visión perspectiva. Surgen edificios como el Cuartel del Conde Duque, el Hospicio de San Fernando, las Escuelas de San Antón, los templos de San Miguel (S. Justo y Pastor) o Salesas Reales, el Palacio Nuevo, las pretendidas reformas del Buen Retiro o nuevas plazas y puertas de acceso. Se proyectan zonas ajardinadas y se comienza la programación territorial-urbana de los Sitios Reales próximos a la capital. En el vasto programa urbano-arquitectónico, el incendio del viejo Alcázar en 1734 y la construcción del nuevo palacio borbónico es uno de los principales hitos del reformismo europeizante de aquella etapa en la capital. No sólo constituye una página artística de esplendor el levantamiento del edificio, sino cuanto se modifica en su entorno, rodeado de jardines, indicativos de la definición de la ciudad desde su integración con la naturaleza. Esta idea sería imitada por la aristocracia que, al norte y al sur de la ciudad, construye sus nuevas residencias rodeadas de parques y jardines, como es el caso de los Infantados en las Vistillas o Príncipe Pío y Osuna en las que se llamarán tierras de la Florida en el siglo XVIII. Es en la primera mitad del siglo XVIII cuando se comienzan las obras de gran envergadura para crear nuevos caminos que enlacen la capital con los Reales Sitios. El camino de Castilla, el de Aranjuez, El Pardo, aglutinan la labor de arquitectos e ingenieros a la par que se comienza la gran tarea de canalizar el Manzanares o el tender sobre él en su recorrido, próximo a la capital, diversos puentes. El de Toledo, San Fernando, Viveros, Verde, Trofa y otros, en manos de Ribera, Sachetti, Bort y otros arquitectos e ingenieros de prestigio, señala la actividad creciente de esta época en la capital de España.Tanto Fernando VI como Carlos III prosiguen la tarea de ennoblecimiento de la capital. En la segunda mitad del siglo, la operación periférica se centra en el Paseo del Prado Viejo, en el largo camino que une la Puerta de Atocha con la Puerta de Recoletos. Artistas de gran celebridad como F. Sabatini, J. de Villanueva, Ventura Rodríguez o José de Hermosilla intervienen en la labor. Fueron los proyectos, más ambiciosos que lo que se pudo llevar definitivamente a la práctica, sin embargo, el nuevo Paseo del Prado se convertía en un núcleo aglutinador y neurálgico de la capital, por constituirse en un sector de la Ciencia, Museo de Ciencias Naturales (actual Museo del Prado), Jardín Botánico, Observatorio Astronómico, Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, y también de nuevos edificios de la aristocracia, porque en torno al Paseo se levantan los palacios de los Villahermosa, Medinaceli, Tepa, Alcañices Alba, etcétera. Antiguos conventos serán remodelados, y aquella zona considerada de límite o extrarradio, pasa a engrosar el urbanismo de la capital con valores monumentales, nuevos en su propio estilo. Este centro de gravedad se convertirá en alternativa de aquel que se asienta en torno al Palacio Nuevo. La línea que une ambos núcleos urbanos, calle Mayor, Puerta del Sol, incrementa su propio valor de tránsito. La Naturaleza ha ido filtrándose en la capital de manera constante. El fondo de tales ideas parecen apuntar a Laugier, cuando escribe: "aquel que sepa dibujar un parque, sabe dibujar una ciudad".Estas ideas generales repercutieron en la trama urbana de muchas ciudades de España, tales como Barcelona, Valladolid, Málaga, Sevilla, etcétera. En el núcleo barcelonés, la crisis agraria da lugar a que gran número de campesinos lleguen a la ciudad. Por problemas de vivienda o cambio de imagen, Barcelona, por impulso del capitán general Conde Ricla y del ingeniero militar Pedro Martín Cermeño, experimenta cambios profundos de carácter monumental y urbano. Había nacido la nueva Barcelona como experiencia ortogónica renovadora. Se derriban las murallas y se reordenan las Ramblas. Se adecuan zonas abiertas, y se dictan ordenanzas dando paso a una infraestructura profundamente renovada.Lo mismo acontece en Valladolid, dignificándose la ciudad con nuevos accesos y puertas o nueva construcción de paseos como el Campo Grande o el Espigón. Pero no cabe duda que la empresa borbónica todavía adquiere mayor eficacia en la segunda mitad del siglo XVIII como consecuencia de las ideas de la Ilustración. Se promueve el concepto sistemático del ensanche dando opción a una ciudad distinta de la preexistente, mientras que en la mayor parte de las actuaciones anteriores se procuró trabajar más en la idea de continuación. Nuevos equipamientos se ensayan en Santander, en Tarragona, Vigo, Ferrol y Alicante, con el incremento del tráfico portuario o la actividad industrial. Los nuevos ensanchamientos servirán para situar aduanas, almacenes, pesquerías y otros establecimientos en relación con cada actividad. No obstante, todavía se cultiva el deseo de establecer una continuidad de la ciudad vieja con la nueva, como es el caso de Vigo, o de proyectar un paseo o alameda que una las dos partes, antigua y nueva, como es el caso de Málaga. Lo que sí varía sustancialmente es el lenguaje arquitectónico, apegado ya resueltamente a un clasicismo de nuevo cuño, como se hace muy sensible en el caso de Vitoria o el de Sigüenza.El reformismo borbónico sobre el campo y la agricultura repercutió también en el desarrollo urbano de aquella época. Para promover la economía en este campo hubo que estudiar y potenciar la situación de algunas regiones. La importancia del campo y de su producción fue preocupación constante de ministros y economistas. Jovellanos lo manifestó en diversas ocasiones por ser la agricultura un elemento en España de primera magnitud en cuanto a su natural riqueza. Los reformadores se enfrentan a las zonas despobladas y fomentan una política colonialista. Lo hicieron sobre todo en tres zonas específicas: Sierra Morena, la parte baja de La Mancha y una región situada entre Salamanca y Ciudad Rodrigo. Para ello se puso en marcha una política de canales y de caminos llevando a cabo una red de comunicación, a la par que se favorecía el tráfico de mercancías y ordenación y distribución de la riqueza.Para llevar a cabo tan vasto proyecto se inició una reforma administrativa que se denominó Nuevas Poblaciones de Andalucía y Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, al tiempo que se establecían las Excartaciones de Vizcaya. Como ha estudiado con rigor C. Sambricio, el sector oriental quedaría capitalizado en La Carolina y el occidental en La Carlota, quedando formada la nueva provincia con 27 feligresías y aldeas la oriental y 19 la occidental. Así se desarrolla la idea de organizar pequeños núcleos que sirvan para ordenar un territorio y crear riqueza. Se contrata en principio a campesinos alemanes y flamencos que se asientan en torno a los ejes de tráfico. Las obras de estas nuevas poblaciones comienzan en 1746 bajo normativas muy rigurosas, que fueron recopiladas en el llamado Fuero de las Nuevas Poblaciones. Surgen bajo la exclusiva idea de reordenar un territorio para generar nueva riqueza. En sus trazados, como ha señalado Chueca, persiste la idea barroca de crear un eje principal en el que aparecen sucesivas plazas, y un cuidadoso estudio de perspectivas y de edificios monumentales. Es un hecho que se analiza como extemporal y contradictorio en un planteamiento propio de una política ilustrada.M. Capel ha considerado a Nebroni como el arquitecto de las nuevas poblaciones, mientras que T. Reese los adscribe a los ingenieros franceses Isaba y Desnau. En cualquiera de los casos, los planteamientos de nueva población son propios de una mente teórica que conoce a fondo las nuevas ideas sobre funcionalidad urbano-arquitectónica.Tales ideas, unidas a las de uniformidad y norma, son llevadas a cabo por numerosos ingenieros con proyectos también de gran alcance, como puede ser el originado en la isla de Tabarca. Ideas que también se extienden a los planteamientos de canales y caminos como las del Canal Imperial de Aragón para organizar la cuenca del Ebro y establecer así también una vía de enlace con el Mediterráneo. Así como también el de Murcia, Castilla, Campos, Guadalquivir o Manzanarés.Surgirían por todo ello comunidades de nuevo tipo dotadas de núcleos de vivienda y de trabajo: Tabarca, San Carlos de Cádiz, Monte Torrero, o poblaciones para arsenales como El Ferrol o la citada de San Carlos y Cartagena, esta última realizada en el reinado de Fernando VI. Surge la ciudad-fábrica, con su nueva tipología basada en ideas europeístas. Tabarca, la Isla Plana o de San Pablo, en las proximidades de Alicante, plantea la construcción de una plaza de pescadores autosuficiente, con su arsenal, su puerto, su hospital, sus fábricas de velas y su casa del gobernador ubicada en el propio casco urbano. El Lazareto de Mahón, que surge también en virtud de una serie de funciones pragmáticas. También el proyecto pentagonal de San Carlos de Cádiz que, en definitiva, y oponiéndose a la traza de Sabatini, plantea con prioridad la función a la representatividad monumental. En el último tercio del siglo, con el cambio económico, y sobre todo con los ideales que se han ido desprendiendo del espíritu de la Revolución Francesa, comienza una era de nueva valoración arqueológica. La valoración de la Antigüedad comienza a plantearse desde una nueva óptica que pueda servir y aplicarse a nuevos conceptos de la arquitectura y el urbanismo. Como ha sido bien indicado, se pasa desde una opción anterior erudito-arquitectónica a una manifestación interpretada como ideal de costumbres. Bajo el título de nueva Roma, comienza a destacarse un nuevo sentido de la ciudad, no como lugar basado en su propio embellecimiento o como carta de representatividad de unos poderes monárquicos, sino como lugar para asiento de grandes espacios comunitarios, lugares públicos a modo de ágoras en los que la colectividad pueda congregarse.Ejemplos significativos pueden considerarse en esta línea el trazado llamado Nuevo Carteya, la reconstrucción de San Sebastián según proyecto de Silvestre Pérez o la Nueva Atenas en Andalucía.No obstante, Silvestre Pérez volvería a retomar el trazado longitudinal que partiendo de la Armería enlazaría con la iglesia de San Francisco el Grande, lugar que quiso convertir en Salón de Cortes del país. La idea de dimensionar el Palacio en un entorno y de encuadrarlo en el monumentalismo propuesto por Sachetti, aún pervive, aunque el lenguaje estructural con el que plantea llevarlo a cabo, en lo arquitectónico sea de naturaleza diferente. En este caso los arcos de triunfo, obeliscos, rotondas o hemiciclos resultan evidentes también en su conexión con la Antigüedad clásica, con la Roma de los Emperadores.La constitución de los hechos urbanos en esta última etapa del siglo XVIII, abre un nuevo camino hacia la conquista de los grandes espacios colectivos, lejos ya del entendimiento de la ciudad como un sistema de ejes y de diseño formal exclusivo.